"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

jueves, 22 de octubre de 2015

TDAH, REALIDAD O FICCIÓN (3/10): EL TDAH ES UNA CREACIÓN DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA

"La dignidad de la verdad se pierde cuando las protestas son excesivas"
"Nunca se dice en exceso lo que nunca se dice bastante" Séneca 


A pesar de mi intención de ser sistemático, he elegido empezar por este punto crítico por ser el más ingenuo. 

Se basa en que todo tratamiento farmacológico forma parte de una industria que genera importantes ganancias económicas y, por lo tanto, es susceptible de estimular económicamente a todos los que participan en la cadena: el farmacéutico; el médico de familia; el pediatra; el psiquiatra; el investigador; el académico; el representante farmacéutico; la casa comercial; el político; las agencias reguladoras... 



Madness, Drugs and Capitalism, por la Dra Moncrieff (2014)

Sin lugar a dudas se trata de un peligro muy real, pero lejos de ser un problema exclusivo de la psicofarmacología (Carlat 2006), los conflictos de interés son una consecuencia inherente a cualquier industria basada en los beneficios económicos (Vieta 2007)

Sirva como ejemplo la homeopatía, que mueve más de 20.000 millones de dolares anuales en EEUU. Una persona que promueve la homeopatía y vende homeopatía, ¿no tiene conflictos de interés al hablar sobre fármacos y TDAH?. Cuenta con apoyos tan poderosos como el del Príncipe Carlos, que durante años ha peleado para incluir la homeopatía en el sistema de salud británico (elpais.com/junio 2015). Además se le considera el responsable directo de la expulsión del científico Edzard Ernst de la Cátedra de Medicina Complementaria de la Universidad de Exeter (elpais.com/diciembre 2015).




Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones los conflictos de interés no son los pagos directos, sino la ganancia/pérdida de influencia y poder en las organizaciones sanitarias y otras instituciones nacionales. 

De este modo, por ejemplo, desde la aparición del DSM-III y la conceptualización de los trastorno mentales como entidades ateóricas, el psicoanálisis y las ciencias sociales han ido perdiendo influencia en organismos oficiales y hoy ocupan pocos puestos relevantes en la toma de decisiones en salud mental o la formación de médicos y psicólogos (con una inmensa pérdida de ingresos y de recursos). Aceptar que el TDAH es una enfermedad médica (entendiendo ésta como una alteración biológica del desarrollo) limita en gran medida la indicación y subvención por parte de gobiernos y aseguradoras de los tratamientos psicodinámicos, muy costosos en términos económicos y humanos (y no exentos de iatrogenia, al igual que otras psicoterapias). Es difícil entender algo cuando tu posición depende de que no lo entiendas.


Gastos en terapias complementarias y alternativas en EEUU, NIH 2007


De la misma manera, pacientes, familiares y maestros, también tienen "interés" en que la condición TDAH sea concebida como una entidad médica, pues eso significa más recursos y beneficios académicos

Las escuelas reciben (al menos teóricamente) mayor dotación económica y personal si existen más niños con necesidades educativas especiales (p.ej. por TDAH). De esta forma, algunos responsables podrían "hinchar" el número de afectados, los propios sujetos podrían desear aprovecharse de los beneficios (mayor tiempo en los exámenes, toma de estimulantes que aumentan la capacidad de atención), etc... Algunos colegios privados exhiben sus recursos frente a los problemas de los niños con TDAH para atraer familias y fondos. 


Algunos autores también destacan que existe el "interés emocional" de no ser responsables de las conductas disruptivas y el fracaso académico del menor. Si "la culpa" la tiene una alteración biológica del cerebro, la familia, la escuela moderna y la sociedad no debe cambiar nada ...




Estos dilemas no son exclusivos del TDAH y se presentan en otros trastornos mentales (p.ej., la anorexia nerviosa ha sido conceptualizada como un trastorno del cerebro por unos autores (Starr 2014), mientras que otros defienden que se trata de un síndrome ligado a la culturas occidentalizadas (Lee 1993)), en diversos trastornos médicos ((p.ej., la obesidad, el dolor crónico), y otras condiciones clínicas (p.ej., embarazo y parto, menopausia, eyaculación precoz, la sensibilidad química múltiple).




Todos los aspectos recogidos con anterioridad y muchos más forman parte de los Conflictos de interés de la medicina en general y la psiquiatría en particular. En ocasiones las ramificaciones son sutiles y difíciles de valorar. Por ejemplo, una amiga es especialista en medicina de sueño y le han solicitado una Guía sobre pautas del sueño. Se trata de una actividad subvencionada por una empresa de colchones y probablemente el comité editorial va a revisar el papel de éstos de manera más concienzuda que si los fondos provinieran de una compañía de suplementos nutricionales o un fármaco. ¿Se trata de un conflicto de interés?

Por ejemplo, en el libro Temas de Investigación DSM-V: Depresión y Trastorno de ansiedad generalizada de Goldberg, Kendler, Sirovatka y Regier, 17 autores de 45 (37%) manifestaba conflicto de interés económico u otra asociación con un patrocinador comercial, un fabricante de un producto comercial, un prestador de un servicio comercial, una organización no gubernamental o un organismo del gobierno (pag IX-X). Seis de estos diecisiete (35%) no eran médicos. En estos casos, los conflictos de interés son más sutiles y en ocasiones pasan desapercibidos al propio autor.




Por supuesto, la aparición de nuevas entidades clínicas suponen oportunidades para un crecimiento del mercado farmacéutico. Un ejemplo reciente es el caso de la disfunción sexual femenina. El enorme éxito de Viagra (sildafinilo) para la disfunción eréctil en varones proporcionó un importante incentivo para que las compañías farmacéuticas identificaran un equivalente para las mujeres. Varios expertos en ética denuncian la "sobreimplicación" de las compañías farmacéuticas en las reuniones para el consenso médico entre 1997 y 1999 y que dieron lugar a unos criterios muy inclusivos para la definición de disfunción sexual femenina (Moynihan 2003). Otros, por contra, critican los intereses sociales para no hablar de la sexualidad femenina satisfactoria (Clayton 2015).




CONCLUSIÓN:

Que un producto o una industria sean exitosos no indica que sea un fraude, pero obliga a profesionales e instituciones a valorar de manera crítica y con escepticismo científico toda información a su disposición.

El papel de los Gobiernos debería asegurar la formación de los médicos para que puedan realizar esta tarea y no depender del análisis de comités de realidades socioeconómicas distintas. En el caso del TDAH, la utilidad de los psicofármacos dependen del contexto de los dispositivos de salud mental, sociales y educativos del individuo.



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5 comentarios:

  1. Me ha resultado interesante tu planteamiento de la complejidad del tema.

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    1. Muchas gracias. Lo cierto es que hay muchas personas trabajando con seriedad sobre el tema. Cualquier "conclusión definitiva" debería llevarnos a la sospecha y a profundizar en las fuentes. Un abrazo

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  2. A finales del s XIX existía como mucho un tratamiento "específico" en neuropsiquiatría, el bromuro de potasio para la epilepsia. En un hospital de Londres se utilizaron 2.5 millones de toneladas de bromuro de potasio en un año (The Falling Sickness: A History of Epilepsy, de Owsei Temkei, 1971, p 299.

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  3. Una ayuda genial para las personas que nos dedicamos a este trabajo desde hace tiempo, gracias por compartir Israel

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