"Mirar las cosas de cara, ser capaces de sorprendernos, tener curiosidad y un poco de coraje; saber preguntar y saber escuchar; evitar los dogmas y las respuestas automáticas; no buscar necesariamente respuestas y aún menos fórmulas magistrales" (Emili Manzano)

jueves, 25 de febrero de 2016

LA DIFERENCIA ENTRE MENTE Y CEREBRO: REDUCCIONISMO VS EMERGENCIA


“El cerebro engendra pensamiento como el estómago jugo gástrico; el hígado bilis, y el riñón orina.”  Karl Vogt (1817-1895)
"Los pensamientos perturbados tienen la misma relación con el cerebro que el vómito, la indigestión, el ardor de estómago, al estómago, la tos y el asma a los pulmones, o cualquier otra función alterada a su órgano correspondiente." William Lawrence (1816), médico de Bedlam
"La psicología no se puede reducir completamente a unos principios biológicos, de la misma manera que las funciones biológicas no se pueden reducir a unos principios de la química" 


Algunos atributos son tan especiales que emergen en un cierto nivel de realidad superior y no se puede identificar nada similar en el nivel de las partes.  Una cosa es concebir la mesa como la suma de partes (cuatro patas unidas a una superficie plana) pero, ¿se puede concebir la vida como una propiedad que surge de la suma de las partes de un organismo? Otro ejemplo sería la consciencia o la mente.

¿Es lo mental algo completamente explicable en términos de lo físico, con el cerebro en el foco? ¿O es lo mental un tipo de cualidad/propiedad especial que emerge sólo en un cierto nivel?





La neurofilosofía diferencia dos posturas básicas para explicar el fenómeno de lo mental:


(1) El reduccionismo insiste en que las partes pueden explicar de manera completa todas las funciones del todo. Un reduccionista admite que no conocemos todos los detalles acerca de como el cerebro es capaz de generar la consciencia, pero confía en que, finalmente, cuando la ciencia haya descubierto todos los datos, también seremos capaces de explicarlo. Por tanto, el reduccionismo es una posición filosófica, pues todavía no ha sido probada. Por otro lado, sus defensores creen que ya existen suficientes casos donde las partes han explicado el todo, por lo que se debería generalizar y asumir que es válido de manera universal




(2) En oposición a esta postura, la emergencia o surgimiento (emergentism) es la afirmación de que el todo es superior a la suma de las partes. Existen varias formas de entender esta afirmación, y no todos los autores se refieren a lo mismo. Un significado se refiere a los términos de lo que sabemos y lo que no sabemos o seríamos capaces de predecir. En otras palabras, lo que nos sorprende. Por ejemplo, si supiéramos todo acerca del cerebro y de cómo trabajan las neuronas, se podría argumentar que incluso entonces no seríamos capaces de predecir el fenómeno de la consciencia, ni cuál es la sensación al sentir algo. Un neurocientífico puede describir exactamente qué sucede en nuestro cerebro cuando percibimos algo rojo, por ejemplo, pero sólo sabe qué se siente al ver algo rojo cuando lo experimenta por sí mismo. Y si nunca ha visito nada rojo, nunca sabrá qué es ver rojo a pesar de todo el conocimiento neurocientífico adquirido.

Sin embargo, lo que nos sorprende puede ser una peculiaridad de nuestra psicología, y esto no se refiere a lo que se reivindica en la emergencia. De esta forma, en el segundo significado, la emergencia es una teoría acerca de lo que hay, y no sobre lo que nos sorprende. Sus partidarios afirman que existen fenómenos genuinamente novedosos en el todo que no están presentes en las partes, ni en su suma, ni en su disposición. 

De la misma manera que existe dificultad en saber si el reduccionismo es cierto, o si algo es realmente simple, también existen dificultad en saber si la emergencia es cierta. A día de hoy, no tenemos una explicación detallada acerca de como la mente emerge de las zonas físicas, pero eso puede ser debido únicamente a nuestra ignorancia. No existe ninguna teoría demostrada hasta la fecha, y se hace difícil imaginar cómo podría existir una. No obstante, sabemos por experiencias pasadas cómo la ciencia puede sorprendernos con sus avances!!




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viernes, 19 de febrero de 2016

EL ENVEJECIMIENTO COMO UNA ENFERMEDAD


Desde este blog se ha defendido en diversas ocasiones que la discusión acerca de si los trastornos mentales son enfermedades médicas depende en mayor medida de la ausencia de una definición exhaustiva sobre qué es enfermedad médica, y no tanto de la "ausencia de pruebas objetivas" en las alteraciones mentales.

Los que afirman que las alteraciones mentales no son entidades médicas (The Myth of Mental Illness, de T. Szasz) y sus rivales, que defienden que muchos trastornos mentales son enfermedades médicas físicas (The distinction between mental and physical illness, de R.E. Kendell), no difieren tanto en su interpretación del concepto de trastorno mental, como en los criterios que consideran clave en la definición de una enfermedad (física) (Bill Fulford).




Las fronteras del concepto de enfermedad física se ponen a prueba ante distintas formas de sufrimiento (hipersensibilidad química crónica, fibromialgia,), ante distintos umbrales de intervención (cáncer de mama, ..), ante estados naturales (embarazo, parto, menopausia, envejecimiento)




A lo largo de distintas entradas de este blog se ha discutido los distintos aspectos prácticos y socioculturales que influyen en la decisión por consenso por parte de las comunidades científicas a la hora de aceptar o no una condición médica como enfermedad. Se ha tratado de manera extensa la aprobación por votación  de la obesidad como una enfermedad en el American Medical Association 2013 Annual Meeting, lo que constituyó una de las noticias médicas del 2013.

También hemos visto lo sencillo que es emplear esos criterios que todo el mundo asume como evidentes en la definición de enfermedad para incluir distintas condiciones mentales como enfermedades mentales. En su artículo Una propuesta para clasificar la felicidad como un trastorno mental (1992), R.P. Bentall describía con ironía no exenta de rigurosidad:

"Se propone clasificar la felicidad como un trastorno mental y su inclusión en futuras ediciones del DSM bajo el nombre de Trastorno afectivo Mayor, tipo placentero. En una revisión de la literatura se muestra que la felicidad es estadísticamente anormal, consiste en un conjunto de síntomas bien delimitado, se asocia con una variedad de anomalías cognitivas, y probablemente refleja el funcionamiento anormal del SNc. Una posible objeción a esta propuesta es que la felicidad no está valorada negativamente a nivel social. Sin embargo, esta objeción se rechaza como científicamente irrelevante"



En esta ocasión quiero destacar el análisis de Arthur L. Caplan que aplica los distintos criterios de enfermedad física para argumentar que el el envejecimiento es una enfermedad (2005)



Existen, dice Caplan,  una serie de síntomas y signos fácilmente reconocibles; la fisiopatología se produce a través de cambios intra y extracelulares bien conocidos; las teorías etiológicas incluyen el depósito de radicales libres, la acumulación de mutaciones genéticas en los cromosomas celulares, y la creciente formación de autoanticuerpos; el proceso genera sufrimiento y alteraciones en el funcionamiento.


El alegato de que se trata de un proceso natural o que tiene una función evolutiva son sistemáticamente rechazados.

Sólo encuentra 3 argumentos "científicos" para no considerar el envejecimiento como una enfermedad médica a la que combatir:
  • la ausencia de tratamientos eficaces
  • el estigma a un segmento de la población ya bastante castigado
  • el increíble gasto económico que supondría la investigación y los tratamientos
Existen diversas versiones del artículo, y probablemente el mejor es The "unnaturalness" of aging, incluido en el maravilloso libro Health, Disease and Illness. Concepts in medicine, del propio Caplan, junto a McCartney & Sisti.

Aunque en la actualidad nadie se atreve a hablar del envejecimiento como una enfermedad, la Ciencia del Envejecimiento Saludable mueve millones de dólares en investigación y desarrollo (Scientific American 201320152015 b). ¿Cuestión de tiempo??






jueves, 11 de febrero de 2016

TDAH, TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE Y HERMANO MAYOR (TV)

"El 99.9% de los jóvenes que han pasado por Hermano Mayor tenían Trastorno Negativista Desafiante (TND) con unas características de personalidad muy comunes: inmadurez, falta de control de impulsos, baja tolerancia a la frustración, falta de habilidades sociales y poca regulación emocional."
Sonia Cervantes, psicóloga del programa de TV Hermano Mayor

Reproduzco a continuación una entrevista aparecida en la notable revista de salud mental de la Fundación Joia (Alegría en catalán).  En ella conversan con Sonia Cervantes (Barcelona, 1974), una de las psicólogas más mediáticas del Estado español después de haber pasado, durante siete temporadas y un capítulo de la octava, por el famoso programa Hermano Mayor. Ahora que ya se considera la ex psicóloga de este espacio, nos explica que para ella fue como una «terapia televisada» que ha servido para mostrar cómo son los hijos y las hijas de la sociedad del bienestar.

¿El problema de las familias que han pasado por Hermano Mayor es de educación y límites o está relacionado con los trastornos de salud mental?
Había una selección siempre, de la cual me hacía cargo yo, para descartar la patología mental. Sólo entraban aquellas personas que ¬tenían lo que denominamos trastornos del comportamiento o de tipos emocionales: cuadros de adaptación, ansiosos depresivos, narcisistas... Características de patología clínica pero no personas con trastornos mentales severos, porque considerábamos que Hermano Mayor no era el contexto adecuado para ellas.

¿Os pedían ayuda muchas personas con trastornos de salud mental?
Siempre que nos llegaban este tipo de personas les explicábamos que teníamos unos criterios de exclusión, entre ellos los trastornos mentales severos, y más adelante pedí añadir la adicción a las drogas, y entonces hacíamos la derivación a servicios profesionales de su zona que les pudieran ayudar.

¿Qué característica en común crees que tienen todas las personas jóvenes que han pasado por el programa?
Las tres siglas: TND, Trastorno Negativista Desafiante. El 99,9 % era esto, con unas características de personalidad muy comunes: inmadurez, carencia de control de impulsos, baja tolerancia a la frustración, falta de habilidades sociales y poca regulación emocional. Y a esto se sumaba, sin culpar a los padres, una educación un poco laxa y mucha falta de comunicación con la familia. Esto provoca cócteles molotov.

¿Siempre os ha dado resultado esta terapia televisada?
Siempre buscábamos la reconciliación familiar, y lo conseguíamos siempre al 100%. Lo que es engañar es decir que todas las familias que han pasado por Hermano Mayor están bien, esto no es verdad pero hay mucho más índice de éxito de Hermano Mayor que no en la terapia, entre el 70 % y el 80 %. Cada temporada eran doce casos, y había dos o tres que mejoraban durante una época pero volvían a cometer los errores del pasado.

¿Y después de Hermano Mayor qué ayuda recibían?
Lo que siempre hacíamos después era recomendar profesionales de la zona, y a los que se encontraban en Barcelona o Cataluña les hacía yo misma el seguimiento. Está claro, ellos y ellas son libres de cogerlo o no. El programa es un tipo de toma de contacto, de cons¬ciencia de que tenemos un problema y buscamos una reconciliación, pero después cada cual se lo tiene que trabajar.


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¿Por qué crees que estas familias llegaban al extremo de llamar a la televisión para pedir ayuda?
La palabra clave es desesperación, y muchas veces por ignorancia, porque con el trastorno de salud mental cuesta mucho de aceptar que mi hijo o mi hija tiene uno. Son personas que lo justificaban diciendo que eran malcriados, o que tenían un trastorno de comportamiento… Algunas familias no habían acudido nunca a ningún profesional a pedir ayuda, y esto es un problema.

Parece que el perfil del programa son familias desestructuradas y con pocos recursos económicos. ¿Es así?
Esto es un error, yo he estado en casas de Hermano Mayor que no podré tener en la vida. He tenido padres que estaban ganando 7.000 euros al mes, pero antes de la crisis –y esto es un factor muy importante, porque decimos que son hijos e hijas del Bienestar–, el niño o la niña tenía todo lo que quería y de repente esta familia se tiene que apañar con 400 euros, y al hijo, como no le han dicho nunca que no, esto no lo entiende.

¿Quién se pone en contacto con Hermano Mayor, los padres o los hijos?
Tenía un equipo de redactores, que para mí era fundamental, porque si no, no había programa. Este equipo estaba todo el día dentro de las redes sociales enviando mensajes del tipo:«Necesitas ayuda de Hermano Mayor»? Y normalmente era el adolescente quién te contactaba y te decía que estaba fatal con sus padres.

No parece que sea el hijo o la hija quien pide la ayuda cuando ves el programa.
El joven espera la ayuda que él quiere, el problema es que la ayuda que le damos no es fácil. Él quiere que Pedro lo ayude, pero que lo levante a las once de la mañana y no a las siete. Quieren ayuda, pero la ayuda que les ponemos no les gusta, porque seguramente por primera vez en la vida le vamos a poner límites, y hay esta rebeldía inicial de: ¿«Me vienes a ayudar o a molestar»?

El programa es como si fuera una película, porque tiene introducción, nudo y desenlace, normalmente con final feliz, ¿no?
Como espectadora de Hermano Mayor tengo que admitir que los quince primeros minutos de introducción a veces me han hecho levantar del sofá. Está bien que haya un rechazo a este tipo de comportamientos. ¿Qué pasa? Vosotros veis casi una hora de programa y tienes que comprimir unos diez días más o menos, dieciséis horas diarias, que equivale a cuatro y cinco meses de intervención, todo concentrado y personalizado. Pero lo que se ve en la televisión es el 20% de mi trabajo; el 80% era la lectura de la ficha, entrevistas previas, informes, y hacer y diseñar una terapia absolutamente individualizada.

¿Crees que hay tanta población joven con TDAH cómo se está diagnosticando?
Aquí tengo un dilema. Hace quince años que ejerzo mi profesión y siempre he creído que el TDAH era un trastorno más, pero en los últimos años la incidencia es brutal y casi estamos hablando de cifras epidémicas. No puede ser que, de cada diez niños que entran en mi consulta, seis o siete estén tomando Concerta y Medikinet, que son derivados anfetamínicos. Es más un problema de comportamiento. No te diría que no existe, pero sí que hay un sobrediagnóstico, y la incidencia es demasiado grande para que sea real.

viernes, 5 de febrero de 2016

LA PERLA DEL AMOR (1925), POR HERBERT G. WELLS


Dedicado a aquellos que empezaron a investigar por amor a la medicina y terminaron escudriñando por amor al impact factor.

"La perla es más hermosa que la más brillante de las piedras cristalinas, declara el moralista, porque está hecha con el sufrimiento de un ser vivo."

La historia se desarrolla en la India que, de todas las tierras, es la más fértil en sublimes historias de amor. Había un joven príncipe que era el señor de la tierra y encontró a una doncella de belleza y encantos inefables, la hizo su reina y puso su corazón a sus pies. Su amor, rebosante de alegría era el más exquisito, atrevido y maravilloso que se pudiera soñar. Disfrutaron de él durante un año y parte de otro, y luego, de repente, a causa de una picadura venenosa, ella murió.

Ella murió y durante un tiempo el príncipe sufrió una postración total. Estaba taciturno y paralizado por el dolor. Temían que se suicidara y no tenía ni hijos ni parientes que le sucedieran. Tres días y tres noches pasó echado, ayunando, a los pies de la camilla que sostenía el sereno y precioso cuerpo de su amada. Después se levantó y comió y anduvo por allí con mucha templanza como alguien que ha tomado una gran decisión. Hizo que pusieran su cuerpo en un ataúd de plomo mezclado con plata que iría en un féretro hecho de las maderas más preciosas y perfumadas bañadas de oro que, a su vez, se introduciría en un sarcófago de alabastro con incrustaciones de piedras preciosas.

Y mientras hacían todo eso, él pasaba la mayor parte del tiempo en los estanques, en los jardines y en aquellos salones de palacio que más habían frecuentado juntos, pensando amargamente en su encantadora belleza. No desgarró sus vestiduras ni se humilló con cenizas y arpillera como mandaba la costumbre porque su amor era demasiado grande para esas extravagancias. Al fin se presentó ante sus consejeros y su pueblo y les dijo que tenía un designio que realizar.

Dijo que nunca jamás  podría tocar a una mujer, así que encontraría a un joven adecuado al que adoptaría como heredero y prepararía para la tarea, pero por lo demás se entregaría con todo su poder, su fuerza, su riqueza a erigir un monumento digno de la incomparable y amada esposa muerta.  Tendría que ser un edificio de una gracia y belleza perfectas, más maravilloso que ninguno de los que habían existido o pudieran existir jamás, de forma que produjera asombro hasta el fin de los tiempos, y los hombres hablaran de él y desearan verlo y vinieran a visitarlo desde todos los confines de la Tierra y recordaran el nombre y la memoria de su reina. El edificio, dijo, habría de llamarse La perla del amor. Los consejeros y el pueblo aceptaron y él se puso a a la labor.

Año tras año los dedicó todos a construir y a adornar La Perla del amor. Una gran fábrica fue labrada en la roca viva en un lugar desde donde uno parecía estar mirando a la nevada desolación de la gran montaña más allá del valle del mundo.  Allí pusieron el sarcófago de alabastro bajo un pabellón de ingeniosa maestría. A su alrededor colocaron columnas de una piedra preciosa y extraña con paredes labradas y caladas y un gran tambor de mampostería del que surgía una bóveda y pináculos y linternas, todo tan exquisito como una joya. Al principio el diseño de La perla del amor era menos audaz y sutil de lo que se volvió más tarde. Había muchas pantallas perforadas y delicados grupos de columnas rosadas y el sarcófago yacía como un niño que duerme entre las flores. La primera cúpula estaba cubierta con tejas verdes sujetas con plata, pero todo esto se retiró porque parecía muy cerrado, porque no se elevaba con grandeza suficiente para la ambiciosa imaginación del príncipe.

Pues por entonces ya no era el joven grácil que había amado a la juvenil reina. Era ya un hombre grave y decidido, totalmente entregado a la construcción de La perla del amor. Cada año de esfuerzo había aprendido nuevas posibilidades en los arcos, las columnas y los contrafuertes. Había adquirido un dominio total sobre los materiales a emplear y había conocido cientos de piedras y de tonalidades y de efectos que no hubiera podido ni imaginar al principio. Su sentido del color se había hecho más fino e inteligente. Ya no le interesaba la brillantez del oro esmaltado que le había apasionado al principio. Ahora buscaba los sutiles matices de las grandes distancias, las sombras recónditas, y la grandiosidad y el espacio. Se cansó de esculturas, cuadros, incrustaciones y de todos los trabajos pequeños y minuciosos de los hombres.

- Aquéllas eran cosas bonitas -dijo de sus primeras decoraciones, e hizo que las pusieran en edificios secundarios donde no molestaran. Su arte se hizo más y más grandioso. La gente vio con asombro elevarse a La perla del amor hasta alcanzar extensión, altura y magnificencia sobrehumanas.

- Son maravillosos los milagros que puede realizar el amor -susurraban, y todas las mujeres del mundo, independientemente de los otros amores que tuvieran, amaban al príncipe por el esplendor de su devoción.

En medio del edificio había una gran nave. El panorama le interesó cada vez más al príncipe. Desde la entrada interior miraba a lo largo de una inmensa galería de columnas cruzando la zona central de la que hacía tiempo que habían desaparecido las columnas de tonos rosados, por encima del pabellón bajo el que yacía el sarcófago, a través de una apertura maravillosamente diseñada, a la nevada desolación de la reina de las montañas, a doscientas millas de distancia. Los pilares y los arcos y los contrafuertes y galerías se elevaban y flotaban a ambos lados, perfectos y sin embargo discretos. Cuando los hombre vieron por primera vez aquella austera belleza , se exaltaron y temblaron, y sus corazones se postraron. Muy a menudo el príncipe iba allí a contemplar aquella vista, profundamente conmovido y sin embargo no satisfecho del todo. Siempre mandaba que se cambiara algo, y un día dijo que el sarcófago estaría más claro y sencillo sin el pabellón, e hizo que lo desmantelaran.

Al día siguiente se presentó, pero no dijo nada, y así al siguiente y al siguiente. Luego estuvo tres días y tres noches completos sin venir. Después volvió trayendo con él a todos sus arquitectos, a todos los maestros artesanos, y a toda su comitiva real.

Todos contemplaron, silenciosos y apiñados, la serena intensidad que habían logrado. No había ni huella de esfuerzo en su perfección. Era como si el Dios de la belleza natural les hubiera arrebatado la paternidad de su obra, prohijándola él mismo.

Sólo había una pequeña cosa que impedía la harmonía absoluta, y era cierta desproporción en el sarcófago. ¿Cómo lo iban a haber agrandado si estaba allí desde los primeros días? Saltaba a la vista. Rompía la simetría de las líneas. En aquél sarcófago estaba la urna de plomo y plata, y en la urna de plomo y plata estaba la reina, la inmortal y querida causa de aquella belleza. Pero ahora aquél sarcófago obstaculizaba de forma incongruente la visión de La perla del amor. Era como si alguien hubiera dejado una maleta sobre el océano de cristal del cielo.

El príncipe caviló durante mucho tiempo, pero nadie sabía lo que le pasaba por la cabeza. Finalmente habló. Apuntó al  sarcófago.

- Retiren eso de ahí -ordenó.